domingo, 23 de mayo de 2010

Las vacunas no son la causa del autismo


Desde que el autismo se descubrió en los años cuarenta, han sido múltiples las teorías que han tratado de ofrecer una explicación a este trastorno. Las más recientes apuntaban la posibilidad de que un ingrediente de algunas vacunas infantiles, el timerosal, pudiese ser responsable de esta alteración neurológica. Sin embargo, una nueva investigación ha demostrado que el número de casos en California ha seguido aumentando considerablemente a pesar de que este compuesto se eliminó casi por completo a partir del año 2001.

El timerosal es un conservante derivado del mercurio (casi un 50% de su composición es etilmercurio) que se empleó frecuentemente en la fabricación de vacunas y otros productos farmacéuticos a partir de su descubrimiento en los años treinta. El hecho de que los niños reciban la mayor parte de 'pinchazos' en las etapas previas a la aparición de los primeros síntomas del autismo, levantó las sospechas de que algún ingrediente de las vacunas podría esconder la clave para comprender su origen.

La última evidencia en contra de esta teoría del mercurio, ampliamente defendida por los grupos contrarios a la vacunación infantil, procede de California (EEUU). Según puede leerse en la revista 'Archives of General Psychiatry', un equipo dirigido por Robert Schechter, del departamento californiano de salud pública, estudió la prevalencia de trastornos del espectro autista entre los años 1995 y 2007 en pequeños entre tres y 12 años.

Teniendo en cuenta que el timerosal fue eliminado en la mayor parte de las vacunas en EEUU en 2001, los autores explican que la tasa de niños con trastornos del espectro autista debería haberse reducido drásticamente en ese período si esa fuese la causa. Pero los datos demuestran que no fue así; al contrario, en 10 años esta cifra pasó de 0,3 pequeños por cada 1.000 nacimientos (en 1993) a 1,3 por cada 1.000 en 2003. El pico más elevado se registró entre los nacidos en el año 2000 (4,5 casos).

En busca de otros posibles factores externos
Los responsables de este informe consideran que, pese a sus resultados, habrá que seguir estudiando posibles factores de riesgo externos (y por tanto prevenibles) para dar con la causa del autismo. La hipótesis de que un factor modificable podría causar el problema, reconocen, es esperanzadora, por lo que habrá que seguir indagando y evaluando las tasas de prevalencia de autismo en los próximos años.

En opinión de Eric Fombonne, experto del Hospital Infantil de Montreal (en Canadá) y autor de un editorial sobre este tema en la misma revista, estas conclusiones deberían servir para tranquilizar a padres con niños autistas, "para que sepan que el problema no tuvo su origen en la vacunación, y para que sus hijos sean vacunados con normalidad".

Este estudio, asegura Fombonne, añade nuevas y contundentes evidencias a los estudios previos que tampoco han hallado relación entre las vacunas infantiles y el autismo. Y se pregunta, "¿cuántos trabajos negativos más son necesarios? ¿Y cuánto gasto de dinero público más se puede justificar [para seguir estudiando esta cuestión]?". A su juicio, la explotación de las creencias de las familias con pequeños afectados se ha utilizado demasiadas veces como excusa para promover tratamientos alternativos, "sin ninguna eficacia probada y a menudo con algunos riesgos".

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